En cierta ocasión, un matrimonio acudió a la consulta de un asesor matrimonial debido a sus constantes desavenencias. Cuando estuvieron frente a él, éste pidió a la mujer que le explicase cuáles eran las razones por las que ella creía que estaban en esa situación. La mujer se lo explicó lo mejor que pudo y cuando acabó, el asesor la miró y le dijo:
Señora, ¿sabe que le digo?
Dígame – contestó ella intrigada
¡Qué tiene usted toda la razón del mundo!
En ese momento una sonrisa apareció en su rostro; a ésta le acompañó una mirada maliciosa, dirigida a su marido, que expresaba, claramente, su satisfacción.
A continuación, el asesor se volvió hacia el marido y le pidió que ahora fuese él quien contase su versión.
El marido tardó unos segundos en comenzar pues no estaba muy convencido de la utilidad de contar lo que él pensaba; al fin y al cabo, ya le habían dado la razón a su mujer.
Cuando finalizó, el asesor se quedó mirándole y le dijo:
¿Sabe lo que le digo? – pensó unos instantes y continuó – ¡Qué tiene usted toda la razón del mundo!
En ese momento la mujer, con cara de sorpresa, se dirigió al asesor y le dijo:
Discúlpeme señor, pero hay algo que a mí no me cuadra.
Y, ¿qué es lo que no le cuadra?- le dijo el asesor.
Pues que los dos, no podemos tener toda la razón del mundo. O yo tengo toda la razón del mundo o mi marido tiene toda la razón del mundo; pero, como le digo, los dos no podemos tener toda la razón del mundo…
El asesor se quedó unos segundos observando a la mujer que le miraba fijamente y algo desafiante.
Por fin le contestó.
¿Sabe lo que le digo? – después de una corta pausa añadió – ¡Qué tiene usted toda la razón del mundo!
Esta pequeña historia nos expone uno de los errores más importantes en la Gestión de Conflictos; aquel por el que, la mayoría de las veces, estos se convierten en algo emocional e inmanejable. Me refiero a ese pensamiento que se asienta en nuestra cabeza por el cual estamos convencidos de que, “¡Yo tengo razón y Tú estás equivocado!”.
Es muy probable que si en vez de ese axioma utilizamos el que dice: “Yo tengo mis razones y tú tienes tus razones”, nuestra capacidad para enfrentarnos con éxito a la resolución de un conflicto aumente exponencialmente.