Hemos avanzado en un siglo lo que la humanidad no fue capaz de hacer en miles de años y, además, ese cambio está produciendo una serie de tecnologías disruptivas que modifican radicalmente la forma que tenemos de hacer las cosas, de usarlas y de enfrentarnos a lo cotidiano. Sin embargo, seguimos siendo terriblemente “Tayloristas”, es decir, seguimos aplicando la especialización, la jerarquía y el control a nuestra forma de trabajar y dirigir las empresas. Dicho de otra forma, unos pocos piensan y otros ejecutan; por eso no somos capaces de dar respuesta a los retos que nos plantean las tecnologías y a las mejoras que éstas nos permitirían tener si las utilizásemos de una forma eficiente. Somos “Homo Sapiens” espabilados en un mundo digital que, en realidad, nos somos capaces de dominar para ponerlo a nuestro servicio; las consecuencias…
- Cambio climático
- Hacinamiento en las grandes ciudades
- Millones de refugiados por conflictos bélicos
- No hay médicos, ni maestros suficientes
- La seguridad en riesgo permanente
- La casi imposibilidad legislar por países
- Obsolescencia técnica de millones de personas abocados a un paro radical.
- Problemas de inmigración y xenofobia
- Crisis económicas constantes…
La solución no es fácil pero, ¡quizá!, uno de los caminos que nos permitirían avanzar, con mayor rapidez y seguridad, es la colaboración. Me explico, si algo va a ser la ventaja competitiva de los próximos años es el Talento, pero no el talento individual, sino aquel capaz de colaborar con el resto de los talentos que le rodean y, de esta forma, poder entender la complejidad en la que vivimos para, entre todos, generar las ideas necesarias que consigan que resolvamos este caos.
Hoy por hoy, nadie, por muy inteligente y preparado que esté, puede decirnos qué pasa y, en consecuencia, por dónde debemos de ir. Necesitamos una mejora de nuestra Inteligencia Colectiva a través de la colaboración de los diferentes talentos que componen la sociedad, las empresas, etc., para dar respuesta a los desafíos que nosotros mismos hemos generado. Probablemente no nos queda otra opción que entender que debemos crear un nuevo Orden mundial; aquel que pone al frente de la búsqueda de soluciones a la Colaboración entre personas, empresas, países… y restringe aquel que ha sido utilizado hasta la fecha.
Lo que es seguro es que solo la inteligencia generada entre todos, y eso tiene mucho que ver con la generosidad y el abandono del individualismo galopante que vivimos, nos permitirá construir un mundo mejor en un entorno que seamos capaces de comprender y disfrutar con sentido. Al fin y al cabo es la verdadera herencia que dejaremos a nuestros hijos.