La Inteligencia Colectiva como nueva clave del management.
Los próximos días 17 y 18 de diciembre en las instalaciones de APD Madrid impartiré junto a Pablo Herreros y David Ganuza un Seminario que abordará un tema clave ante los cambios que estamos viviendo en las empresas.
Bajo el título “La Inteligencia Colectiva como nueva clave del management” presentaremos las herramientas más eficaces que permiten analizar esta cuestión a nivel globar, aportando una visión innovadora y pragmática. Contaremos para ello con una metodología y contenidos basados en la Teoría de Juegos, la Antropología y la Sinergología.
En este post encontrareis el programa completo de las jornadas. Espero veros por allí.
Hace tiempo que me pregunto cuál es la razón real de la crisis que estamos padeciendo. He leído y escuchado muchas cosas a gente que le otorgo la autoridad necesaria para llegar a convencerme y, sin embargo, ninguno lo ha conseguido.
Quizá, sólo quizá, es porque nos da miedo, mucho miedo, mirar dentro y descubrir que, en realidad, hemos vivido encima de una gran mentira que nadie se atreve a destapar. ¿Por qué? Pues, sencillamente, porque nadie sabe como sustituir un sistema que está podrido en su base y que hace aguas por todos los rincones. Nadie sabe qué hacer y cómo restaurar lo que todos sabemos debe de ser restaurado.
Estamos perdidos, tan perdidos que lo único que intentamos es darnos la mano unos a otros para así sentirnos más seguros. Como niños que, ante la soledad, lo único que pueden hacer es llamar desesperadamente a sus padres para que les salven. El problema es que nos hemos quedado sin padres. Si no me creen observen la realidad y verán que no hay nadie que diga a la humanidad, “el camino es éste y así debemos actuar para recorrerlo”. Nos sobran palabras y nos faltan ideas.
Las quejas son todas pero nadie, de verdad, se mueve. La ambición, por un lado, y la desesperación, por el otro, atenazan cualquier posibilidad. Antes, hace décadas, lo solucionábamos matándonos unos a otros y empezando de nuevo. Hoy, por fortuna, ya no podemos pues supondría nuestra desaparición.
Soy consciente del sufrimiento de muchas personas en cualquier lugar del mundo y sé que debemos actuar dentro del sistema si queremos paliarlo. Sin embargo, eso no implica la parálisis que estamos viviendo. ¿Qué nos pasa?
Quizá nos gusta más la estrategia que los valores. Perdón, que nos compensa más la estrategia que los valores.
Padecemos una gravísima enfermedad llamada “Exitosis”, un virus muy contagioso y letal que acabará con las próximas generaciones si no encontramos rápido una vacuna. Lo produce una creencia arraigada en el cerebro humano que nos hace creer que el éxito está por encima de cualquier otro valor, es, por decirlo así, el valor supremo. Es decir, convertimos al éxito en el único mecanismo capaz de darnos el alimento sagrado para nuestras almas. Es más, ten cuidado si fracasas, si pierdes, si te equivocas, porque ese es el único pecado que nadie te perdonará. O ganas o pierdes, no hay más.
Hemos (lo digo en tercera persona porque todos hemos sido culpables) vendido, les hemos hecho necesitar cosas, a quienes no debíamos, a sabiendas del daño que provocábamos, pero si teníamos éxito y ganábamos fortunas con ello, éramos los héroes de la inmensa telenovela que triunfaba, ¡y triunfa!, en el mundo.
¿Y la ética? ¿Dónde están los límites? Nadie lo sabe y nadie los busca. Nos sigue dando miedo porque pensamos que hacerlo es poner encima de la mesa la única vacuna que acabaría con esta enfermedad pero cuyos efectos secundarios serían peores que la enfermedad misma; regresaríamos a la falta de incentivos para competir, al rechazo del esfuerzo por quitar recompensas grandes y rápidas o qué se yo… Nos da miedo mirar.
Legislamos para no volver a padecer los abusos derivados de estas situaciones pero vamos con tanto retraso que las cepas del virus ya están montando otros mecanismos para aprovechar que quienes legislan van siempre por detrás de ellos. Las estrategias se convierten en las diosas del reino y quienes las fabrican en los sumos sacerdotes. Da igual si éstas tienen o no implícito un comportamiento ético. Si tienen éxito son válidas.
La estrategia es la clave, el éxito es el fin.
Pues démosle una vuelta a la situación y propongamos a nuestros hijos que no dejen de esforzarse y de intentar conseguir hacer cosas que les proporcionen felicidad material e inmaterial pero que nunca, bajo ningún concepto, puedan salirse de un marco ético que ponga el éxito en su sitio y a la verdad, la equidad y a la honestidad, por ejemplo, muy por encima.
Quizá, sólo quizá, así tengamos una llave maestra para ser más felices.